jueves, 12 de enero de 2012

DISCURSO DEL ARQUITECTO RENZO PIANO EN SANTANDER


Me hace muy feliz estar diseñando, en Santander, un proyecto de espacio público y centro cultural como el que me ha propuesto la Fundación Botín.
Primero, porque la idea del Centro de Arte Botín encaja perfectamente con mi vocación y mi experiencia de crear centros culturales abiertos, tolerantes y accesibles, que se conviertan en lugares de encuentro desde los que la cultura fertilice las ciudades y haga más rica la vida de sus habitantes. Del Centre Pompidou en adelante, pasando por el Auditorium de Roma, la Fondation Beyeler de Basilea, la Morgan Library de Nueva York o el Art Institute de Chicago, mi carrera y mi vida han estado jalonadas de proyectos que nacieron con esa misma idea, lugares urbanos en el sentido más amplio del término que hoy la gente de las ciudades que los acogieron adora.
Y en segundo lugar, porque gracias a la relación cercana e intensa que he tenido con Santander y su gente he podido comprobar que ésta es una ciudad muy especial: situada en un enclave verdaderamente único entre las montañas y el mar, con una de las bahías más bonitas del mundo, y que atraviesa un momento clave de su Historia. Por eso realizar este proyecto, gracias al cual una de las zonas más emblemáticas de Santander volverá a ser de uso público, supone al mismo tiempo un enorme privilegio y una gran responsabilidad con todos y cada uno de sus habitantes.
Es esta responsabilidad la que ha hecho que desde los primeros pasos de esta aventura una de mis mayores preocupaciones haya sido escuchar y entender a esta ciudad y a sus ciudadanos, oír todas sus voces y comprender todas las aspiraciones de quienes mejor conocen, y por eso mismo más aman, este lugar. Fruto de esa escucha y del conocimiento progresivo del lugar y de los propios objetivos del proyecto, el diseño del nuevo parque y del Centro Botín ha ido evolucionando y adquiriendo la madurez que sólo el tiempo y la discusión abierta, con uno mismo y con los demás, permiten alcanzar.
El proyecto que Emilio Botín y yo presentamos a las autoridades de la ciudad y de la región, y que todo el mundo podrá conocer en profundidad a partir del viernes gracias a la exposición que estará abierta en la Fundación Botín hasta el 22 de enero, tiene tres objetivos y se desarrolla en tres fases.
La primera consiste en liberar la zona del Muelle Albareda, un área portuaria y de aparcamiento en la actualidad, y cortar el tráfico que ahora la separa (a ella y a la propia bahía) de los Jardines de Pereda y del centro de Santander, mediante la construcción de un paso subterráneo de unos doscientos metros de longitud.
La segunda es ampliar los Jardines históricos de Pereda, ampliándolos a prácticamente el doble de su extensión actual -de dos hectáreas pasarán a cuatro- y llevándolos hasta la misma orilla del mar. Crear nuevas zonas públicas y de encuentro y al mismo tiempo eliminar todo obstáculo entre el casco antiguo y la bahía, para que la ciudad pueda volver a asomarse al mar allí donde el mar está más cerca (pero ahora mismo, paradójicamente, más lejos) del centro urbano.
La tercera fase supone diseñar un centro dedicado al arte, a la educación y al intercambio cultural. Un lugar abierto y accesible, para todos, que dé contenido a ese nuevo espacio público y que enriquezca, llenándolo de cultura, el centro de Santander. Un centro que para unir la ciudad y la bahía se aproxima al borde del muelle y queda volado sobre el agua, como si fuera un pequeño navío proveniente del espacio atrayendo a la gente hacia el mar y generando nuevas vistas de la bahía y nuevas formas de disfrutarla.
El edificio no toca tierra, está suspendido: sólo los espacios de recepción, pensados como zonas abiertas de relax, tienen contacto con la tierra y ocupan espacio del nuevo parque. Y gracias a la plaza suspendida y a la pasarela volada sobre el agua, reintegra el poco espacio que ocupa. El resultado es que habrá más metros para pasear que los que habría sin edifico.
De este modo, además, el edificio no impide las vistas de la bahía. No se lo impedirá a quienes paseen por el parque (porque se encuentra elevado y situado a la altura de la masa de árboles), pero tampoco a quienes admiren las vistas desde lo alto de cualquier edificio (porque su volumen queda por debajo de los árboles). Usar de referencia la masa arbórea de los Jardines de Pereda, y no sobrepasarla ni por arriba ni por abajo, fue una de las primeras decisiones que tomamos y es una de las características que mejor permiten la integración en el entorno.
También la forma del edificio surge, sobre todo, del proceso de “escuchar” al entorno. El suelo y las paredes curvas, así como la orientación, están pensadas para lograr el máximo aprovechamiento de la luz y de las vistas, tanto dentro del edificio como en las nuevas plazas públicas cubiertas que se van a generar. Lo mismo sucede con la que será la piel del edificio: una capa vibrante hecha de pequeñas piezas de cerámica clara que tiene la misión de aprovechar la luz del sol por arriba, y reflejar la luz del agua por abajo. En general, todo lo que ayer presentamos -tanto en la parte de liberación de espacio público como de unión de la ciudad con el mar y de creación de un centro abierto para el arte, la educación y la cultura- es fruto de este proceso de escucha abierta y conocimiento progresivo del entorno y de los objetivos del proyecto. Así es como todos los que formamos RPBW entendemos la arquitectura.
De hecho es este mismo proceso, por el que hemos ido conociendo cada vez con mayor profundidad los objetivos que con este proyecto persiguen el Ayuntamiento, el Puerto de Santander y la propia Fundación Botín, el que nos hace estar convencidos de que esta intervención no tendría sentido en otro lugar que el elegido. En otro lugar no se actuaría sobre la unión de la ciudad con la bahía, en otro lugar no se generarían dos nuevas hectáreas de parque al borde del mar, y en otro lugar no se lograría fertilizar con cultura la vida cotidiana de los habitantes de Santander, enriquecer los espacios públicos de la ciudad para confirmar su supremacía como lugar de civilización. Esta intervención y este nuevo centro de arte, como toda buena arquitectura, nacen "para algo". Y sus objetivos concretos, aquellos que los hacen necesarios y que les otorgan sentido, sólo se pueden cumplir ahí.
No quiero terminar estas líneas sin dar las gracias a la Fundación Botín y de forma muy especial a su Presidente, Emilio Botín, por su confianza, su generosidad, y su extraordinario compromiso con esta ciudad. Y a todos los habitantes de Santander, y a las autoridades de la ciudad y de la región, por la cálida acogida que nos han brindado. Personalmente entiendo y agradezco el debate que este proyecto ha generado; en cierto modo es halagador, pues sólo lo banal no genera discusión, y además ha enriquecido mucho el proyecto y estoy seguro que lo seguirá haciendo. Por mi parte, yo me comprometo a seguir escuchando a esta magnífica ciudad para estar seguro de que este proyecto la hace más rica y más grande, y a poner a su servicio todos mis esfuerzos para que sus ciudadanos hagan suyo este nuevo lugar, y lo amen.

Renzo Piano – Diciembre de 2011

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