Me hace muy feliz estar diseñando, en Santander, un proyecto
de espacio público y centro cultural como el que me ha propuesto la Fundación Botín.
Primero, porque la idea del Centro de Arte Botín encaja
perfectamente con mi vocación y mi experiencia de crear centros culturales
abiertos, tolerantes y accesibles, que se conviertan en lugares de encuentro
desde los que la cultura fertilice las ciudades y haga más rica la vida de sus
habitantes. Del Centre Pompidou en adelante, pasando por el Auditorium de Roma,
la Fondation Beyeler
de Basilea, la Morgan
Library de Nueva York o el Art Institute de Chicago, mi
carrera y mi vida han estado jalonadas de proyectos que nacieron con esa misma
idea, lugares urbanos en el sentido más amplio del término que hoy la gente de
las ciudades que los acogieron adora.
Y en segundo lugar, porque gracias a la relación cercana e
intensa que he tenido con Santander y su gente he podido comprobar que ésta es
una ciudad muy especial: situada en un enclave verdaderamente único entre las montañas
y el mar, con una de las bahías más bonitas del mundo, y que atraviesa un
momento clave de su Historia. Por eso realizar este proyecto, gracias al cual
una de las zonas más emblemáticas de Santander volverá a ser de uso público,
supone al mismo tiempo un enorme privilegio y una gran responsabilidad con
todos y cada uno de sus habitantes.
Es esta responsabilidad la que ha hecho que desde los
primeros pasos de esta aventura una de mis mayores preocupaciones haya sido
escuchar y entender a esta ciudad y a sus ciudadanos, oír todas sus voces y
comprender todas las aspiraciones de quienes mejor conocen, y por eso mismo más
aman, este lugar. Fruto de esa escucha y del conocimiento progresivo del lugar
y de los propios objetivos del proyecto, el diseño del nuevo parque y del
Centro Botín ha ido evolucionando y adquiriendo la madurez que sólo el tiempo y
la discusión abierta, con uno mismo y con los demás, permiten alcanzar.
El proyecto que Emilio Botín y yo presentamos a las
autoridades de la ciudad y de la región, y que todo el mundo podrá conocer en
profundidad a partir del viernes gracias a la exposición que estará abierta en la Fundación Botín
hasta el 22 de enero, tiene tres objetivos y se desarrolla en tres fases.
La primera consiste en liberar la zona del Muelle Albareda,
un área portuaria y de aparcamiento en la actualidad, y cortar el tráfico que
ahora la separa (a ella y a la propia bahía) de los Jardines de Pereda y del
centro de Santander, mediante la construcción de un paso subterráneo de unos doscientos
metros de longitud.
La segunda es ampliar los Jardines históricos de Pereda,
ampliándolos a prácticamente el doble de su extensión actual -de dos hectáreas
pasarán a cuatro- y llevándolos hasta la misma orilla del mar. Crear nuevas
zonas públicas y de encuentro y al mismo tiempo eliminar todo obstáculo entre
el casco antiguo y la bahía, para que la ciudad pueda volver a asomarse al mar
allí donde el mar está más cerca (pero ahora mismo, paradójicamente, más lejos)
del centro urbano.
La tercera fase supone diseñar un centro dedicado al arte, a
la educación y al intercambio cultural. Un lugar abierto y accesible, para
todos, que dé contenido a ese nuevo espacio público y que enriquezca,
llenándolo de cultura, el centro de Santander. Un centro que para unir la
ciudad y la bahía se aproxima al borde del muelle y queda volado sobre el agua,
como si fuera un pequeño navío proveniente del espacio atrayendo a la gente
hacia el mar y generando nuevas vistas de la bahía y nuevas formas de
disfrutarla.
El edificio no toca tierra, está suspendido: sólo los
espacios de recepción, pensados como zonas abiertas de relax, tienen contacto
con la tierra y ocupan espacio del nuevo parque. Y gracias a la plaza
suspendida y a la pasarela volada sobre el agua, reintegra el poco espacio que
ocupa. El resultado es que habrá más metros para pasear que los que habría sin
edifico.
De este modo, además, el edificio no impide las vistas de la
bahía. No se lo impedirá a quienes paseen por el parque (porque se encuentra
elevado y situado a la altura de la masa de árboles), pero tampoco a quienes
admiren las vistas desde lo alto de cualquier edificio (porque su volumen queda
por debajo de los árboles). Usar de referencia la masa arbórea de los Jardines
de Pereda, y no sobrepasarla ni por arriba ni por abajo, fue una de las
primeras decisiones que tomamos y es una de las características que mejor
permiten la integración en el entorno.
También la forma del edificio surge, sobre todo, del proceso
de “escuchar” al entorno. El suelo y las paredes curvas, así como la
orientación, están pensadas para lograr el máximo aprovechamiento de la luz y
de las vistas, tanto dentro del edificio como en las nuevas plazas públicas
cubiertas que se van a generar. Lo mismo sucede con la que será la piel del edificio:
una capa vibrante hecha de pequeñas piezas de cerámica clara que tiene la
misión de aprovechar la luz del sol por arriba, y reflejar la luz del agua por
abajo. En general, todo lo que ayer presentamos -tanto en la parte de
liberación de espacio público como de unión de la ciudad con el mar y de
creación de un centro abierto para el arte, la educación y la cultura- es fruto
de este proceso de escucha abierta y conocimiento progresivo del entorno y de
los objetivos del proyecto. Así es como todos los que formamos RPBW entendemos
la arquitectura.
De hecho es este mismo proceso, por el que hemos ido
conociendo cada vez con mayor profundidad los objetivos que con este proyecto
persiguen el Ayuntamiento, el Puerto de Santander y la propia Fundación Botín,
el que nos hace estar convencidos de que esta intervención no tendría sentido
en otro lugar que el elegido. En otro lugar no se actuaría sobre la unión de la
ciudad con la bahía, en otro lugar no se generarían dos nuevas hectáreas de
parque al borde del mar, y en otro lugar no se lograría fertilizar con cultura
la vida cotidiana de los habitantes de Santander, enriquecer los espacios
públicos de la ciudad para confirmar su supremacía como lugar de civilización.
Esta intervención y este nuevo centro de arte, como toda buena arquitectura,
nacen "para algo". Y sus objetivos concretos, aquellos que los hacen
necesarios y que les otorgan sentido, sólo se pueden cumplir ahí.
No quiero terminar estas líneas sin dar las gracias a la Fundación Botín y
de forma muy especial a su Presidente, Emilio Botín, por su confianza, su
generosidad, y su extraordinario compromiso con esta ciudad. Y a todos los
habitantes de Santander, y a las autoridades de la ciudad y de la región, por
la cálida acogida que nos han brindado. Personalmente entiendo y agradezco el
debate que este proyecto ha generado; en cierto modo es halagador, pues sólo lo
banal no genera discusión, y además ha enriquecido mucho el proyecto y estoy
seguro que lo seguirá haciendo. Por mi parte, yo me comprometo a seguir
escuchando a esta magnífica ciudad para estar seguro de que este proyecto la
hace más rica y más grande, y a poner a su servicio todos mis esfuerzos para
que sus ciudadanos hagan suyo este nuevo lugar, y lo amen.
Renzo Piano – Diciembre
de 2011
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